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La Bibliotect Total

Nicolás Helft/Weber Ferro S.R.L.
La Biblioteca Total. Viaje por el Universo de J. L. Borges.
CD-Rom. Buenos Aires: La Nación, 1996.

El CD-Rom La Biblioteca Total, de Nicolás Helft y Daniel Ferro, es una obra de arte. Es decir que interpela ante todo nuestra facultad estética. Se trata además, de un instrumento de trabajo. Como obra de arte nos encontramos frente a un objeto subyugante, tal vez lo mejor que se ha hecho hasta ahora en ese campo. Como instrumento de trabajo, su utilidad es incalculable. No sería exagerado saludar la aparición de este objeto multimedial como un acontecimiento excepcional dentro de las publicaciones en torno a Borges.

Es empresa imposible tratar de narrar una danza o resumir una escultura. De igual dificultad se presenta la empresa de reseñar con texto una obra artística de tal complejidad.

Por supuesto, a diferencia del libro clásico, ese "medium" moderno no está destinado a toda persona que sepa leer. Requiere además una computadora potente, dotada de todos los componentes gráficos y sonoros de calidad superior. La versión recibida corresponde, además, al mundo de Windows (95 ó 3.1).

Una vez pagada esa entrada, queda la maravilla de su contenido, virtualmente inagotable, todo él de una calidad artística excepcional. Se trata de un viaje a través de una biblioteca. Es difícil imaginar que alguien se haya propuesto dar forma plástica a la "Biblioteca de Babel" de Borges. Y sin embargo, los autores lo han logrado, más allá de todo lo que se podía esperar.

La página de bienvenida es un laberinto dorado, tridimensional y vertiginoso, como los dibujos de Escher. El centro del laberinto es un hexágono color arena, y contiene el nombre de Borges. Es al mismo tiempo una puerta que se abre dejando vacío un espacio por el que irán circulando sucesivas imágenes en movimiento: primero un laberinto por cuyos meandros circula una lucecita. Movimientos recursivos de blow-up hacen ver en el centro del laberinto (de nuevo hexagonal) un libro con sus páginas al viento, que contiene un laberinto, que contiene el libro… luego un tigre nos mira, se agranda, ruge, y deja lugar a escenas de la vida de Borges. La música original (sublime, de Edgardo Rud-nitzky), es una invitación al sueño, un diálogo tenue de clarinete y cello sobre fondo obstinado de piano. El movimiento dentro del hexágono central acaba deteniéndose en un título, luego, en una biblioteca, que poco a poco pasará al primer plano. Y allí comienza el viaje.

Lo que aparece es el decorado de una biblioteca. Se la adivina hexagonal. El "viajero" se encuentra frente a tres lados de un hexaedro: los dos laterales contienen anaqueles; el del medio, una puerta que conduce a un pasillo, que conduce a un nuevos hexágonos, hasta el infinito. En el primer plano inmediato, la balaustrada de la escalera, también hexagonal, que insinúa la existencia, hacia abajo y hacia arriba, de otros pisos dotados de igual estructura. Los colores, iluminados por una lámpara central, sugieren una predominancia del ocre madera y del verde billar. El ambiente es íntimo y voluptuoso a la vez, y hace pensar en ciertos espacios del gabinete del Duque de Montefeltro.

La flecha del mouse le da a entender al viajero que ahora la iniciativa es suya. La opción es doble: el viaje aleatorio o la consulta enciclopédica. Comencemos por la primera opción, que es la más poética e inútil.

Con un movimiento del cursor puede el viajero escoger cualquier parte de la escena, cuyo contenido aparece entonces, agrandado, en primer plano. Es decir, puede elegir el pasillo, la escalera, cualquiera de los anaqueles de cualquier plano, e ir desplazándose en cualquiera de las tres dimensiones. Muy pronto (a menos que el azar lo invite a levantar y leer un cierto papelito caído junto a un taburete…) se encontrará frente a un anaquel. Con el cursor podrá elegir cualquiera de los libros, cuyos lomos carecen de título. El libro elegido pasa a primer plano. Quien guste de los placeres de la bibliofilia quedará encantado por el realismo del cuero de los lomos, la encuadernación, las carátulas en relieve, el grano añejo del papel, la belleza de las guardas, las grecas, las miniaturas, los grabados, las caligrafías… Porque todo libro puede ser abierto y hojeado… En cuanto a leerlo, en la mayoría de los casos se tratará de una combinación arbitraria de letras, como lo exigía "La Biblioteca de Babel". Pero con frecuencia, en lugares diseminados a lo largo de toda la biblioteca, el cursor se convertirá en una mano, indicando que allí hay un libro para leer.

Abro al azar un volumen de cuero verde que lleva el título Borges y el Cine. Las páginas, en un estilo muy de "aquellos años", me van llevando a índices de diferentes películas: "El Delator", "Cabalgata", "La quimera del oro", "King Kong", "Los muchachos de antes no usaban gomina", "El Ciudadano", "Prisioneros de la tierra", "El Hombre y la bestia"… En ciertas páginas, los títulos aparecen como en una cartelera; en otras, en formato programa de cine, con un fragmento del comentario que Borges hizo de cada película. Luego de haberlas leído, escojo con el cursor, por ejemplo, "El Hombre y la bestia". Aparece entonces la fotografía del Cine Gran Splendid, anunciando el filme escogido. Recorro con el mouse la fachada del edificio, hasta que, frente a la puerta de entrada, la flecha del cursor se convierte en una mano. Empujo la puerta, que se abre hacia el interior suntuoso del Splendid, con sus alfombras y butacas rojas y todas las luces encendidas. Toco el telón del escenario y, milagrosamente, las luces se apagan, se abre el telón, y comienza a desfilar ante mis ojos una escena de la película de Victor Fleming (imagen y sonido), en la que el Dr. Jekill (Spencer Tracy, 1941) está bebiendo la poción mágica que lo convertirá en Mr. Hyde. Puedo hacer lo mismo con cada una de las películas, o salir del teatro por una puerta lateral…

Si la suerte me hace dar con el volumen llamado Sur, detrás de la tapa me encontraré con un cajón que esconde secretos documentos, algunos rollos de cartulina ajada, algunas fotos, algunos recortes. Cada vez que elijo un objeto, éste pasa a primer plano y me es posible entonces explorarlo. El primer documento que elijo es una fotografía. Apretando esta vez el botón derecho del mouse, aparece una nota que me explica las circunstancias en fue tomada la foto y el nombre de las personas retratadas. El color sepia de la fotografía en la casa de Victoria Ocampo, o el de esa otra, que muestra el grupo de Sur en 1961, ambas superpuestas y abrochadas caprichosamente como en una cómoda de abuela, ya me han llevado muy lejos en el tiempo y en el espacio… También aparecen un retrato oval y una caricatura de Victoria Ocampo, y la nota necrológica que le dedicó Borges en La Prensa. Paso por alto dos carátulas de Sur, y me detengo en un atado de papeles viejos, cuyo hilo se suelta a mi llamado: cada folio contiene, fotografiado, un borrador manuscrito de lo que fuera el esbozo del primer número de la revista, en 1931. En otra pila de papeles se encuentran, igualmente en fotografía original, los textos dactilografiados o manuscritos, generalmente firmados, de ciertos artículos que aparecieron en ese primer número: el final de "Compás poético", de Alfonso Reyes; la primera página de "El compositor y su tierra", de Ernest Ansermet; un trozo de una carta de Güiraldes a V. Ocampo; un fragmento, con muchas enmiendas, de "Los cuatro órdenes de la arquitectura picassiana", y otros papeles más, entre los cuales, de su propia letra, "El Coronel Ascasubi", de Borges. Si escojo este último documento una lupa me permite irme desplazando sin pena a lo largo de la diminuta escritura del poeta.

Si me hubiera topado con el libro Sarmiento, al recorrer sus páginas ya ajadas, con fotos del autor del Facundo y con textos y análisis de Borges, escucharía la voz de este último, diciéndole pícaramente a Roberto Alifano que los dos "genios seguros" de la literatura argentina "son Sarmiento y Almafuerte…" Mi turbación frente a la respuesta se confortará al hojear, por acaso, otro "libro" de la biblioteca, llamado -a su vez- La Biblioteca de Babel; allí elegiré un cajón de fichero que se abrirá automáticamente, mostrándome la página de contribución de Eduardo Mallea al "Desagravio a Borges"; Mallea había mencionado, entonces, como las dos ilustres excepciones de las letras argentinas, a Sarmiento y a …Borges. Comprendo entonces la picardía de la substitución y el porqué de Almafuerte…

A este ritmo, el paseo o el viaje puede ser infinito. Oiré de vez en cuando los pasos de otro lector que pasa junto a mí, o una frase de clarinete, susurrada con complicidad. En algunos libros encontraré la voz de Sergio Renán leyendo a Borges, o a Borges mismo, respondiendo a entrevistas o recitando sus poemas. Habrá libros dedicados a Kafka, a Shakespeare, a Stevenson, a Solar, a Buenos Aires, a los espejos, a Bioy, sin fin aparente, y en cada uno de ellos habrá más de una sorpresa… Aparecerán mapas de países y de ciudades indicándome lugares que puedo escoger y que contienen documentos o recuerdos de Borges…

Pero hay otro método de lectura de la Biblioteca, que consiste en abrir directamente el "catálogo de catálogos", llamado "Enciclopedia". Se trata de un libro (de bellísima apariencia y de un realismo asombroso), en el que van pasando por orden alfabético, página tras página (más de 450), los diferentes temas borgesianos (varias centenas), desde Abramowicz hasta Xul Solar. Cada artículo va ilustrado con fotografías, pinturas o facsímiles de libros, y contiene más que lo esencial de la información requerida. Al ir recorriendo las páginas, entre las guardas, los arabescos y los grabados, aparecerán de vez en cuando ciertas miniaturas de libros que invitarán a la consulta. Cada una corresponde a un libro de la Biblioteca Total, que puede ser consultado desde allí. Ello permite la "lectura" ordenada cada uno de los libros del Universo de Borges que contiene la Biblioteca. Al cerrar cada libro, una simple tecla permite volver a la página de la Enciclopedia que se había dejado.

Cito a continuación algunos títulos de "libros" con los que me ha sido dado encontrarme: Leonor Acevedo Borges, El amor y las mujeres, Tigres, espejos, laberintos, Adolfo Bioy Casares, Coronel Francisco Borges, Jorge Guillermo Borges, Los Borges, La biblioteca de mi padre, Europa 1914-1921, Descubrimiento de Buenos Aires, Insomnio, La Biblioteca de Babel, El conferenciante, Los viajes y la fama, Norah Borges, Buenos Aires, La Cábala, Evaristo Carriego, Borges y el cine, El compadrito, Crítica, Cuaderno San Martín, El Caudillo, El Hogar, Poesía gauchesca, Leopoldo Lugones, Luna de enfrente, Martín Fierro, Arabian Nights, Borges y la política, Edgar Allan Poe, Proa, Francisco de Quevedo, Don Quijote, Sarmiento, Shakespeare, Stevenson, Sur, E. Swedenborg, Tango, Ultraísmo, H. G. Wells, W. Whitman, Oscar Wilde, Xul Solar…

Hay una forma expeditiva de salir del programa, en caso de que el alba haya sorprendido al viajero en pleno goce y sea indispensable retornar a la prosa de los días. Pero la mejor despedida es dejarse perder por los pasillos, contemplar la propia sombra en el zaguán, sentir los propios pasos en la escalera metálica, asistir al incendio de las ruinas circulares, y volver a uno cualquiera de los infinitos centros de la Biblioteca. Elegir allí la infinita escalera de caracol hacia abajo, apuntar su centro, y dejarse despedir por la música y por la blanca lista de nombres de los estudiosos, técnicos y artistas que han preparado esta fiesta del espíritu.

El CD-Rom ha sido realizado con el material original de la colección Borges de la Fundación San Telmo. El investigador que se sintiera legítimamente insatisfecho frente a la fragmentariedad de las fuentes mostradas, podrá siempre completar su documentación "in situ". La opción de base ha sido, de hecho, además del goce artístico, la información, y no la documentación exhaustiva.

El disco se vende por 95 Dólares y es distribuido por el diario La Nación. Dignos de encomio son igualmente el cofre y el lujoso libreto que lo acompaña, con una agradable nota descriptiva, precedida de un prólogo -"La memoria de Borges"- firmado por Ricardo Piglia. Cito sus párrafos finales:

La tradición literaria tiene la estructura de un sueño en el que se reciben los recuerdos de un poeta muerto. Podemos imaginar a alguien que en el futuro (en una pieza de hotel, en Londres) comienza imprevistamente a ser visitado por los recuerdos de un oscuro escritor sudamericano al que apenas conoce. Entonces ve la imagen de un patio de mosaicos y un aljibe en una casa de dos pisos en la esquina de Guatemala y Serrano; ve la figura frágil de Macedonio Fernández en la penumbra de un cuarto vacío; ve un blanco y negro naipe clavado con una navaja en el tronco de un pino sobre el cadáver de John Oakhrst, tahúr; ve un tranvía que cruza las calles quietas de la ciudad de Buenos Aires y en él ve a un hombre que, con un libro arrimado a sus ojos de miope, lee por primera vez la Comedia de Dante; ve a una muchacha india de crenchas rubias y ojos azules, vestida con dos mantas coloradas, que cruza lentamente la plaza de un pueblo en la frontera Norte de la provincia de Buenos Aires; ve la llave herrumbrada que abre la puerta de una vasta biblioteca de la calle México; ve una pesa de bronce y un hrön y un ejemplar de la Saga de Grettir; ve el bello rostro inaccesible de Matilde Urbach que sonríe contra los amarillos losanges de una ventana.

Tal vez en el porvenir alguien, una mujer que aún no ha nacido, sueñe que recibe la memoria de Borges como Borges soñó que recibía la memoria de Shakespeare.

Recorrer los interminables anaqueles y los pasillos ilusorios de esta biblioteca virtual que hoy presentamos es un modo de entrar en esa ficción futura que Borges, por supuesto, previó al soñar su último relato. (Ricardo Piglia)

Ivan Almeida

Visita guiada con imagenes